viernes, 5 de octubre de 2007

a veces creo creer lo que no creo... ¿cómo?


¿cómo decís?

¿acaso dudo? no, si creo, al menos eso creo.... pero para eso es este post, para reflexionar si mi creer es real, o una sombra, una silueta de fe, escondida, apagada, sin consecuencias, una fórmula a repetir una hora por semana, una hora al día, pero que no da a luz caminos, visiones, actitudes, relaciones, renuncias.

proque creer es algo más que... reflexionar un día, sentarse y llegar a esta conclusión: ¡soy creyente! o bien porque asi me lo enseñaron, o bien porque me da la gana, o bien porque (y es cierto) es simplemente bueno creer.. pero creer sin vivir, sin arriesgar, sin obedecer, sin cambiar, sin aceptar, realmente no es creer, es creer que creo, pero sin creer, porque el que cree se expande, el que de verdad cree es invencible, intocable... porque puede trascender a lo visible, estar golpeado pero intacto, morir, pero vivir en fin...

por tanto lo que me pregunto no es si soy o no creyente, ni como llegar a serlo (ese es tema de algún otro post), lo que me quiero preguntar es ¿creo a Dios? y no: ¿creo en Dios?...

lo que pasa es que hay cosas que, en honor a lo escrito en este post, no acabo de creer. Y es gracioso o a mi me resulta al menos entrenido cada vez que puedo, reflexionar un poco, buscar en mi, las cosas que digo creer, para ver hasta donde es verdad que las creo (no si las siento, sino si viven en mí, en lo que soy y lo que hago), y esto que ahora hago con alguna persistencia, hace algunos tiempos lo hacía cada quinquenio (es un decir).. pero poco a poco fue el camino para vivir cada vez con más propósito... porque es algo muy incoherente creer creer algo, y en realidad no creerlo.

por eso deberían de haber dos formas de decir creer, una referida a la duda o mera opinión y otra a la profundidad, a lo demostrable.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por sus frutos, los conoceréis.
Esto también debemos aplicarnoslo a nosotros mismos, que decimos creer en Jesús.
Si digo que creo en Jesús, pero por dónde voy derramo amargura, es que el Amor de Cristo, su Espíritu Santo aún no se adueñó de mi corazón. Es un ejemplo fácil.
Saludos.